Nada menos que 25 años después de que la “homosexualidad” fuera retirada de la biblia internacional de psiquiatría, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), la transexualidad y el travestismo siguen siendo clasificados como una enfermedad mental. Mientras existan diagnósticos como el “trastorno de identidad de género”, la “disforia de género” o el “fetichismo transvestista”, psicólogos y psiquiatras de todo el mundo seguirán imponiendo su patologizante punto de vista sobre quienes no encajamos en la foto en la que tratan de congelar nuestros cuerpos, nuestras palabras y nuestras identidades.
Ya lo han anunciado. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) mantendrá el “síndrome de disforia de género” en el DSM-V, cuya publicación se prevé para el año 2013. Por desgracia, las consecuencias del conservadurismo psiquiátrico no se limitan a lo que sucede en las consultas médicas. No se limita a que cualquier trans tenga que soportar la versión institucional del insulto al que se enfrenta en cualquier colegio, en cualquier empleo, en cualquier acera: estás enfermx. Los efectos de este manual sobre nuestras vidas son aún de mayor alcance: las legislaciones sobre los cambios registrales de nombre y sexo también se someten a los dictados de la APA. En el estado español, sin ir más lejos, se exige un diagnóstico conforme al DSM como requisito previo para acceder a los tratamientos hormonales o quirúrgicos de reasignación de género y al cambio registral de nombre y sexo. Por lo que a la injerencia en la política nacional se refiere, la APA es nuestro Fondo Monetario Internacional del Género, nuestro Banco Central Europeo del Sexo, nuestra Standard & Poor's de la Identidad.
Los efectos de este diagnóstico y de la legislación que lo exige son muy claros. En tanto que enfermxs, lxs trans perdemos nuestra autonomía ante los equipos médicos que deberían estar a nuestro servicio. En las Unidades de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) se inventan y ejercen nuevas formas de violencia sobre la población trans. Así, mediante el llamado Test o Experiencia de la Vida Real se invade nuestra vida personal para vigilar si nos amoldamos o no a las expectativas que sobre nuestros géneros tienen los equipos médicos que nos tratan. Nuestro modo de comportarnos en nuestros empleos, con nuestras familias, cada uno de nuestros gestos y de nuestras ropas serán valorados en función de lo que esta Policía del Género entiende que hace un “verdadero” hombre o una “verdadera” mujer. De su aprobación dependerá que nos consideren aptxs para pasar o no por sus mesas de operaciones.
No son médicos, no son psicólogos, no son psiquiatras. Son patrullas de vigilancia de las fronteras del género. Los Tests o Experiencias de la Vida Real a que se aplican en las UTIG son la versión genérica de los Tests de Convivencia para inmigrantes. Por eso, un año más, salimos a las calles: así como no queremos fronteras cerradas para la población migrante, no las queremos tampoco para lxs disidentes del género. El género no es el territorio privado de nadie. Nos rebelamos ante cualquiera que trate de imponer sus reglas sobre cómo debe comportarse, qué aspecto debe tener o qué significa identificarse como hombre, como mujer y/o como trans. Basta ya de nacionalismos del género. El género también es nuestro espacio público, nuestra calle, nuestro parque, nuestra plaza. Vamos a dónde queremos y cuando queremos porque el género es, ha sido y por supuesto será, también, lo que nosotrxs hagamos con él.
Cambiar la legislación no borrará de un plumazo la transfobia que muchxs soportamos en las calles, en nuestros barrios, en nuestros pueblos, en nuestras ciudades, en nuestros empleos y en nuestras familias. Pero si hay que luchar, si hay que seguir luchando, queremos que sea, por fin, en igualdad de condiciones. Exigimos un cambio en la ley que permita el cambio registral de nombre y sexo sin diagnósticos de ningún tipo. Queremos médicos y psicólogos a los que acudir sólo si así lo decidimos, a los que hablar siempre de igual a igual, y no en calidad de pacientes cuyos derechos dependen de decisiones ajenas. Por el mismo motivo, también nos oponemos radicalmente a cualquier forma de mutilación genital a lxs bebés intersexuales, a excepción de aquellas intervenciones que se impongan por motivos estrictos de salud. El propio sujeto intersexual es quien debe decidir, con plena autonomía, qué hacer o qué no hacer con su propio cuerpo.
Como disidentes del género, exigimos la retirada de la mención de sexo del DNI. Muchxs de nosotrxs se identifican como hombres o como mujeres, pero todxs sabemos que no existen sólo dos géneros. También sabemos que el único objetivo de que nuestro sexo legal aparezca en nuestros documentos de identidad es el de facilitar la labor de la Policía del Género.
Contra los dictados del binarismo normativo, jurídico y psiquiátrico pero también social, luchamos por habitar un mundo donde quepan muchos mundos, muchos cuerpos y múltiples formas de vivir y de reinventar el placer. Los cuerpos trans son tan diversos como deseables. Muchos de ellos se sitúan fuera del paradigma normativo de funcionalidad sexual centrado en la penetración. Los cuerpos trans tienen una potencialidad enorme para subvertir los estereotipos en las prácticas sexuales y las formas binarias de categorizar las corporalidades. Posibilitan nuevas formas de crear y autogestionar el placer más allá de las fronteras heteronormativas. Participamos de una larga tradición feminista en contra de los restringidos roles de género y de sexualidad heteropatriarcales, a la par que impulsamos al propio feminismo a un proceso de renovación permanente: el feminismo será transfeminista o no será.
Como trans que encontramos en el trabajo sexual un último recurso frente a la exclusión que sufrimos en el mundo laboral, como trans que exigimos que la transfobia deje de interponerse en nuestra vida profesional pero, también, como trans que escogemos el trabajo sexual porque nos da la gana, exigimos, un año más, que se reconozcan los derechos laborales de lxs trabajadorxs del sexo. Derechos que nos preocupan especialmente en el caso de lxs trabajadores sexuales migrantes: el trabajo sexual no debe ser una excusa para sufrir el acoso policial y acabar en un CIE para ser deportadx. El trabajo sexual, como cualquier otro trabajo, debe servir también como medio para regularizar la situación administrativa de la población migrante.
A lo largo de este Octubre Trans, un año más, no permaneceremos calladxs. La campaña internacional por la despatologización trans (STP 2012) nos reúne con 65 ciudades de todo el mundo en un esfuerzo activista sin precedentes para exigir a gobiernos y organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) que pongan fin a la patologización de todas las expresiones, trayectorias e identidades de género. Sólo así se podrá superar la transfobia contenida en leyes, normativas y protocolos de intervención sanitaria.
Un año más, salimos a las calles. Un año más, seguimos luchando. Lxs disidentes del género queremos que se nos escuche:
¡¡¡Basta ya!!!
La transexualidad no es una enfermedad.
La transfobia, sí.
Organizan:
Asamblea del Octubre Trans
Asamblea Transmaricabollo de Sol
Acera del Frente
Migrantes Transgresorxs
Adhesiones:
Ciclobollos Dykes on Bykes
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